Pasan de las 7 de la noche pero en el local de pollos rostizados la jornada está lejos de terminar.
Un hombre corpulento, con bigote y sombrero se acerca a comprar tacos dorados. Cada uno cuesta $1.50, compra tres: uno para él, uno para su menuda esposa que espera a su espalda y otro…
-¿Me aliviana con un peso?-, interrumpe la escena un hombre joven, delgado y de facha despreocupada.
-Mira, mejor te aliviano con un taco-, responde el viejo y alza uno de los bocadillos con una mano y con la otra se embolsa las monedas restantes de la transacción.
El limosnero mira el alimento, lo piensa por un segundo para luego destrenzar sus dedos ocultos hasta ahora y aceptar el ofrecimiento.